lunes, 24 de septiembre de 2012


Educar es entusiasmar con los valores. Estamos en un momento en el que mucha gente joven está perdida, sin saber a dónde ir.
Estar perdido es no tener rumbo. Ir tirando a ver qué pasa. Veo mucha gente joven así. Y no hablo sólo de nuestro país. McLuhan habló del planeta global.
¿Por dónde debemos empezar? Los edificios que no se caen son los que tienen unas bases firmes, unas raíces sólidas. Lo primero de todo es la formación. Educar, convertir a alguien en persona. Educar es conseguir seres humanos con dignidad y criterio. Educar es seducir con modelos sanos, atractivos, coherentes y llenos de humanidad.
Por ahí debemos comenzar. Ejemplos de vidas llenas de sentido, atractivas, que nos empujen, que arrastren nuestra conducta en esa dirección. Educar es atraer por encantamiento y por ejemplaridad.
El gran educador moderno está enfermo y con mal pronóstico: la televisión.
Y no hay ningún indicador que nos diga que va a cambiar en positivo.
Pero la primera fuente educativa, en la que todo debe arrancar, es la familia. La familia debe ser una escuela en la que uno se sabe querido por lo que es, y no por lo que tiene. Una familia sana es la primera escuela en la que uno recibe lecciones que no se olvidan.
Si la familia funciona, la persona va a tener un edificio construido con materiales resistentes. Allí hay un mundo mágico y decisivo. Porque la primera piedra de la educación es la formación. Adquirir una buena formación, en general, es distinguir lo que es bueno de lo que es malo; tener criterio; saber a qué atenerse; discernimiento: aprender a penetrar en la realidad distinguiendo lo que es mejor y más positivo para escoger ese camino.
La formación hospeda en su interior distintos ingredientes. Hay dos notas principales que no quiero dejarme en el tintero, por eso quiero plasmarlas cuanto antes: la formación humana y la espiritual. La primera aspira a que lleguemos a tener un comportamiento propio de seres humanos y, dentro de ese plano, se abren tres grandes notas: la inteligencia, la afectividad y la voluntad. Para mí ellas constituyen el subsuelo desde dónde debe arrancar la condición humana. Cada una de ellas tiene un largo recorrido.
La inteligencia es la capacidad de síntesis; saber distinguir lo accesorio de lo fundamental. Desde pequeños, hay que enseñar a pensar, a tener espíritu crítico y a formular argumentos que defiendan nuestras ideas y creencias. Hay muchos tipos de inteligencia y, en general, unas y otras no se llevan bien; parece como si poseer unas, excluyera a otras. Inteligencia teórica, práctica, social, analítica, sintética, discursiva, creativa, inteligencia emocional (tan de moda hoy, desde el libro de Goleman), fenicia, instrumental, matemática? e inteligencia para la vida (saber gestionar del mejor modo posible la propia trayectoria). Todas tiene un lugar común, captar la realidad desde diversos ángulos.
La inteligencia se nutre de la lectura. Fomentar este hábito es esencial. Hoy a todos nos cuesta más, pues estamos en la era de la imagen. Pero hay que intentarlo. Un par de libros siempre cerca, alternándolos. Y la curiosidad como ingrediente esencial. La lectura es a la inteligencia lo que el ejercicio físico es al cuerpo.
La afectividad: ese sentido pura sangre que recorre nuestra persona y que se manifiesta por medio de los sentimientos, las emociones y las pasiones. Tener una buena formación sentimental significa capacidad para dar y para recibir amor. Uno de los puntos básicos, en este sentido, es aprender a expresar sentimientos: desde dar las gracias, mostrar afecto, saber que la palabra bien empleada es puente de comunicación: te quiero, te necesito, perdoname, ayudame en este asunto, necesito hablar contigo, tengo un problema y necesito que me orientes. Todo eso cultiva, hace prosperar el mundo sentimental, y le da fuerza y consistencia.
En tercer lugar, la formación humana tiene un elemento decisivo, clave, de una importancia a la larga de gran alcance: la voluntad.
¿Qué es la voluntad, en qué consiste, qué características tiene? Voluntad es la capacidad para ponernos metas, objetivos y luchar a fondo por ir consiguiéndolos. Con la voluntad no se nace, sino que uno la cultiva, la trata, se empeña por ir incluyéndola en la conducta personal, contra viento y marea.
La voluntad es la determinación, la firmeza, el esfuerzo deportivo por conquistar cimas de cierto nivel que nos ayuden a crecer como personas. Y ésta, a su vez, se compone de una serie de ingredientes que son muy importantes: el orden, la constancia y la motivación.
Yo les llamo a todos esos elementos la inteligencia instrumental, porque son las alas que hacen volar alto a la inteligencia? las joyas de la corona. No hago lo que me apetece ni lo que me pide el cuerpo, sino lo que es mejor para mí, aquello que me hace crecer como persona.
La formación espiritual significa la rebeldía del que no quiere vivir como un animal, sino como una persona. Hoy lo políticamente correcto es no creer en casi nada, todo light , ligero, liviano, sin compromiso con nada? es el posmodernismo: una vida sin valores ni convicciones, suspendida en el relativismo y la permisividad.
La espiritualidad bien entendida nos hace crecer en humanidad y nos lleva a ver al otro en toda su dignidad. Expulsar a Dios de la vida personal, porque está de moda y se lleva y eso es lo que hay, no hace más libre ni a las personas ni a la sociedad. Eso lleva a lo que estamos viendo hoy tan a menudo, un vacío espiritual enorme.
Sólo un profundo sentido espiritual de la vida, moderno, abierto, liberal?, pero firme como la tierra sólida que pisamos, es capaz de cambiar en profundidad el corazón del ser humano. Esta sociedad está muy perdida en lo básico. Hablaría de esto con detalle, pero ahora dejo sólo apuntada esta idea para el que quiera recogerla. Pero lo resumiría de este modo: la persona espiritual lo juzga todo.
No quiero alargarme para no hacer muy extenso este artículo. Cuanto más vale una persona, más valora a los demás. Y al revés. No hay secretos para el éxito, éste se alcanza con preparación progresiva, trabajando con minuciosidad sobre uno mismo, sacando lecciones de los fracasos y procurando tener un modelo de identidad, esos ejemplos de vida lejanos o cercanos, que tiran, arrastran, empujan en esa dirección para conseguir hacer una pequeña obra de arte de la vida personal.
Querer es poder. Voy contra corriente. No me importa, sé que son tiempos difíciles, en los que hay mucha gente desorientada, pero que puede ser reconducida. En el libro de Chesterton El hombre eterno , el autor habla de ir contra la corriente, y dice lo siguiente: cuando uno va navegando por un río de cierto caudal a favor de la corriente, ésta lo lleva a uno rápida y fluidamente, pero se corre el riesgo de ir tan bien, que uno se duerme y se puede caer al agua y ahogarse. Por el contrario, cuando uno está acostumbrado a ir contra la corriente, hay que luchar y esforzarse y resistir, y cada pequeña victoria es un triunfo? el agua salpica a la cara y es difícil seguir, pero la pasión por avanzar es mayor, así se fortalece la postura.
Para ir contra la corriente hoy hay que estar bien formado y tener ideas claras, y criterios coherentes y sólidos para no dejarse llevar por una sociedad herida por el consumismo y manipulada por los medios de comunicación.
El ser humano es el capital más preciado. La crisis económica es nada comparada con la crisis moral. No saber para dónde tirar ni a qué atenerse es mucho más grave. Una educación permisiva y relativista se sitúa lejos de la voluntad y la buena orientación, y destruye el vigor del alma y del cuerpo.
Por: Enrique Rojas - catedrático español en Psiquiatría, autor del libro Quién eres. 
Fuente: Diario La Nación

Mayo 19, 2009

“Si la tecnología no está a disposición de los docentes, se genera una barrera para su apropiación”

Edith Litwin analiza en esta entrevista la situación de la inclusión de las TICs en las aulas y en la formación docente; y comparte ideas sobre cómo incentivar su uso en la escuela partiendo de experiencias que impulsan la colaboración y el trabajo en red
EducaRed: ¿Cómo define la situación de la inclusión de las nuevas tecnologías en las escuelas argentinas?
Edith Litwin: Veo la inclusión de Tics en las aulas como un proceso lento, desparejo, con algunas jurisdicciones con experiencias piloto muy interesantes. En otras, veo muy distante la posibilidad de pensar esta inclusión. Está desalineada y desprolija en términos generales.
ER: ¿Faltan decisiones políticas integrales en este sentido?
EL: Hay grandes lineamientos políticos de inclusión, pero estos no van acompañados de dotación de infraestructura para poder asegurarlos, ni programas de capacitación docente, ni cambios en el curriculum de la formación docente lo suficientemente fuertes como para poder pensar en una inclusión a corto plazo.
ER: ¿Qué cambios elementales habría que hacer en cuanto a la formación de nuevos docentes?
EL: Enseñar con tecnologías. El primer tema es no transformar la enseñanza de las tecnologías en una cuestión teórica ni retórica, sino poder incorporarla en las explicaciones de los docentes, en las maneras de desarrollar un tema, y dar cuenta de para qué sirven también en sus propios procesos de formación. Esto va a permitir más rápidamente que se puedan incorporar las nuevas tecnologías en la enseñanza y en los procesos formativos de los profesores.
ER: Los docentes que ya están ejerciendo, ¿cómo pueden incorporar el uso de Tics?
EL: Históricamente, la inclusión de las tecnologías ha tenido que ver con propuestas autodidactas. Todos los que manejamos tecnología sabemos que nunca tuvimos tiempo para reflexionar mucho cuando aparecieron, por ejemplo, un soft o aplicaciones que podían ser valiosas para la enseñanza. La apropiación de las tecnologías ha tenido que ver con la disponibilidad de los recursos tecnológicos, por una parte, y con una suerte de interés individual para poder manejarlas, por otra. Entonces, desde una apropiación personal ha sido bastante más fácil poder pensar qué sentido tienen para la enseñanza.
Ahora, necesitamos asegurar la disponibilidad y el interés del docente, un trabajador del conocimiento que encuentra que las tecnologías son muy apropiadas para ofrecer permanentemente conocimiento actualizado y para responder inquietudes muy diversas.
ER: Por un lado están los docentes inquietos y autodidactas, pero también están los docentes que se resisten al uso de las nuevas tecnologías.
EL: Se resisten porque nunca recibieron enseñanza a través de la tecnología durante sus años de formación, y por lo tanto, no se ve la necesariedad de su inclusión. Y si además no la tiene a disposición, se genera una suerte de barrera para la apropiación. Siempre se ha enseñando con tecnología, no con las nuevas. La tecnología forma parte de la vida de los docentes, desde la modesta tiza o el pizarrón. Pero las nuevas tecnologías no han formado parte de su proceso del aprender desde la infancia, y por lo tanto hoy no se visualiza con facilidad su incorporación en la práctica docente.
ER: ¿Está superado el debate entre tecnofilia y tecnofobia?
EL: No creo que esté superado en Argentina. Sigue habiendo una dicotomía entre aquellos que dicen que la tecnología no representa ninguna ayuda, y los que encuentran que sin tecnología es difícil presentar un tema, señalar un camino o preparar una exposición. Hay una tecnofobia muy fuerte, pero creo que la tecnofilia está más débil. La tecnofobia subsiste, pero no diría lo mismo de la tecnofilia, porque la experiencia ha mostrado a muchos tecnofilicos los alcances y los límites de los usos de las nuevas tecnologías. En el caso de quienes resisten, si no hay mediaciones para dar cuenta del escaso valor del rechazo sistemático, las actitudes no cambiarán.
ER: Hoy se discute en todo el mundo acerca del desarrollo de los modelos uno a uno, es decir una computadora por niño. ¿Qué evaluación hace de este tipo de propuesta?
EL: Cuando se tiene disponibilidad es una herramienta interesantísima, pero hay que tenerla conectada a Internet, lo que es crucial. También es necesario que el docente sepa qué hacer con ella. Hay muchas experiencias que tienen docentes interesados en poder utilizarlas y realmente es una tecnología para el salón de clases.
ER: ¿Y la pizarra digital?
EL: La veo también como una tecnología interesante para la clase. Es una computadora conectada a Internet, que muestra a través de una pantalla, información que puede guardarse o ponerse en primer plano.
ER: Me gustaría que compartiera algunas experiencias concretas que usted conozca sobre inclusión de tecnología en el aula.
EL: Hay experiencias muy interesantes que han tomado las nuevas tecnologías como herramientas para la formación de grupos colaborativos. Muchas escuelas realizan experiencias con periódicos digitales, que tienen que ver con la literatura y la comunicación; que enseña a los chicos a hacer encuestas, a mirar el mundo y la realidad que los circunda. Puede cumplir una cantidad de funciones importantes, como propuestas de integración que abarcan varias asignaturas y tienen que ver con problemas genuinos e interesantes para ser estudiados.
También se trabaja de manera interesante cuando se conforman grupos de distintas escuelas y van generando propuestas de colaboración y de trabajo solidario, por ejemplo, sobre historia de ciudades. Otras tienen que ver con lo lúdico, y van tratando de diseñar propuestas de descubrimiento para resolver problemas, y se van recorriendo distintos espacios en la web mientras se orientar su proceso de descubrimiento.
ER: ¿Estas experiencias se focalizan en determinadas regiones del país o podemos encontrarlas en distintos lugares?
EL: Las encontramos en escuelas determinadas. Lo importante es reconocer el valor y la necesidad de que la escuela esté conectada a Internet, porque sino las experiencias acaban con el uso de computadoras con poco sentido en términos de conformación de grupos o del trabajo colaborativo.
ER: En alguna de sus ponencia ustedes habla de los caminos, puentes y atajos de la tecnología en la enseñanza. ¿Qué significado tienen estas metáforas?
EL: Lo que quiero mostrar es que con el uso de las tecnologías, hay formas y propuestas diferentes. Hay desarrollo de propuestas con tecnología que son sencillas para los docentes, tienen que ver con un camino que recorren. Son propuestas que favorecen un proceso de construcción del conocimiento como lo favorecieron las viejas propuestas de las tradiciones de la enseñanza. Incluso la idea de motivar o de ayudar para incorporar una enciclopedia para los chicos, como Wikipedia; o cómo acceder al diccionario online de la Real Academia Española. Hay formatos de uso de tecnología que son importantes para la escuela, pero no generan mucha controversia. Pero hay otras que funcionan como atajos, que abrevian un camino. Esas son otras propuestas que hacen recorrer más rápido el camino. Por ejemplo los buscadores generan per se formas mas abreviadas de búsqueda, pero requieren procesos de validación y reconocimiento de fuentes apropiadas. Tener Google a disposición para obtener respuestas inmediatas a las preguntas que se van haciendo a medida que uno se enfrenta a un tema, termina siendo un atajo.
También, a veces, la tecnología puede banalizar una propuesta, lo que es más una “piedra en el camino”. Simplificar algo, mostrar un solo recorrido, dar una sola respuesta, puede terminar banalizando o esquematizando un contenido. En este caso, la tecnología podría actuar más como escollos que como propuesta de desarrollo.
ER: ¿Cuáles son los usos más frecuentes que se hace de Internet en la escuela primaria? ¿Difiere de la enseñanza secundaria?
EL: Me parece que es más potente en la escuela secundaria por los trabajos y las búsquedas que los docentes solicitan a los chicos. La primaria parece más potente en el trabajo en clase. Una cosa es trabajar en clase y otra trabajar fuera resolviendo problemas, buscando información. Lo de fuera tiene más que ver con la secundaria, y el trabajo en clase e, incluso, de presentación es más factible en la primaria.
ER: Hoy la incorporación de las tecnologías se presenta en el discurso pedagógico como un elemento clave de la educación mirando al futuro. ¿Puede afirmarse que la sola inclusión de las tecnologías en la enseñanza promueve el aprendizaje?
EL: No, la mera inclusión no promueve nada. Puede despertar interés, pero no resuelve. Si se trata de información, hay que tratar con ella. Se trata de procesos largos y complejos; procesos para ampliar la información y debatirla, para resolver problemas. Y esto no es un tema de la tecnología, es un tema de la enseñanza que revierte en procesos de aprendizajes cada vez más ricos.
ER: ¿Qué recomendaciones le haría a un docente interesado en incluir propuestas con tecnología en las aulas?
EL: En principio que el docente trabaje con tecnología, que busque un tema, lo desarrolle, lo piense. Piense en qué cambia la propuesta si incorpora tecnología, y si no la incorpora. Las ventajas, las nuevas posibilidades que ofrece. Como en todo proceso de enseñanza, es muy importante el planeamiento y resolver la situación de aprendizaje que se plantea, atravesarla, y ver qué le ofrece cada una de las propuestas tecnológicas.
Por: Edith Litwin, especialista en didáctica y tecnología educativa
La Dra. Edith Litwin, secretaria de Asuntos Académicos de la Universidad de Buenos Aires, directora de la Maestría en Tecnología Educativa de la misma universidad y asesora de numerosas instituciones educativas de nuestro país, analizó en esta entrevista la situación de la inclusión de las nuevas tecnologías en las aulas de la escolaridad básica y en la formación docente en el área tecnología; y compartió ideas sobre cómo incentivar su uso entre los maestros partiendo de algunas experiencias que impulsan la colaboración y el trabajo en equipo realizadas en distintas regiones del país.
Fuente: Educared

Mayo 18, 2009

Nuestro capital social en degradación

Debieran saber nuestros futuros representantes -como nuestros políticos y educadores- que el mundo está apresurado en adecuar sus sistemas educativos a las exigencias sociales y económicas del mundo moderno. Saben que, si no lo consiguen, no podrán evitar la decadencia como sociedad. No obstante, en la Argentina el replanteo de este atraso no forma parte de los debates pre-electorales ni se advierte entre las preocupaciones de nuestros candidatos para el 28 de junio.
Los países más desarrollados del mundo están revisando lo que denominan “capital social”, esto es, los resultados concretos de la educación básica en su población -el ciclo completo primaria y secundaria- chequeando con precisión los resultados, la inversión y la eficacia del sistema.
El objetivo es adecuar tanto la inversión como la eficacia, en función de las renovadas exigencias del mundo moderno. La mayoría de las más ambiciosas comunidades, comenzando con Estados Unidos y los principales protagonistas de la Unión Europea, se han propuesto poner en marcha un profundo replanteo de la educación básica, que sirve de piso mínimo para la igualdad de oportunidades y base de expansión de la cultura social.

Es que han advertido, y trabajan en consecuencia, que es esa base de sustentación cultural la que consolida el desarrollo de la creatividad en la nueva economía mundial.
Los sistemas de evaluación internacional chequean con frecuencia los niveles de formación del alumnado y todo indica, a los más exigentes, que los resultados son menos que modestos en relación a la inversión y, sobre todo, en función de sus pretensiones sociales: en general los egresados del ciclo secundario están muy lejos de exigencias mínimas en lectura, comprensión de textos, formación general y conocimientos básicos en ciencias.
Ratificando la inquietud, los informes periódicos del Preal -un programa de políticas educativas para América Latina- han dado cuenta no sólo del bajísimo nivel de los logros continentales en esa materia sino que aportan resultados comparados de países asiáticos -Corea del Sur, por ejemplo- que sustentan su increíble desarrollo económico precisamente en la eficacia de sus sistemas básicos de educación y en la convicción social respecto del valor esencial del desarrollo cultural.
En esos ejemplos mundiales de expansión -no casualmente- la principal política de Estado y la clave de su presente, pasa por la formación básica de su capital social, los niños y adolescentes del nivel primario y medio. En las pruebas mundiales, sus alumnos encabezan las estadísticas de resultado.
En la mayoría de estos países, queda claro que el éxito radica en haber conseguido grabar entre los principales valores de su sociedad, el éxito educativo como el más alto de los propósitos del Estado en general y de cada familia en particular.
Las evidencias de la realidad nacional y provincial en la materia, eximen de mayores estimaciones sobre la eficacia de nuestro sistema educativo básico. Las pruebas nacionales, y sobre todo las comparativas de nivel internacional, nos muestran muy lejos de las más elementales pretensiones de formación cultural básica.
Son asombrosos los porcentajes de chicos que, al cabo del proceso primario-secundario, tienen mínimos índices de comprensión de textos, bajísimos niveles de lectura, pobres evidencias en ciencias básicas y, por ende, una formación global casi de aislamiento.
Esto pese a que tanto en el país, como en la provincia, los índices comparados de inversión no figuran precisamente entre los peores.
El problema es la eficacia del sistema y su actualización. Por lejos, no es lo que nuestros chicos necesitan para enfrentar este mundo exigente: ya se ha señalado como evidencia del fracaso, no sólo estos índices de baja comprensión sino la multitud de jóvenes que vagan por nuestras calles ya lejos del sistema de educación básico y sin trabajo (con el agregado de que prácticamente resultan inempleables por su escasa preparación).

Carecen de destino y alimentan las oportunidades del delito y la drogadicción. Y, con el de ellos, también el de la sociedad que los excluye por las carencias de su sistema educativo, sus limitaciones en el desarrollo económico y por una equivocada interpretación sobre los motores de la expansión social.
En 2006, el 15% de los menores de 18 a 24 años de nuestro país no estudiaba ni trabajaba. En la población joven de hogares de menores ingresos, esa franja constituye el 32%. En la de recursos altos, el 4%.
Es decir, la ineficacia de un mal sistema de educación básica implica no sólo más ignorancia y menos desarrollo del capital social sino más discriminación y más inseguridad, base hoy en día de nuestras preocupaciones cotidianas.
Esto es, más frustraciones y menos posibilidades de emerger como sociedad digna y próspera.
Fuente: Diario Los Andes

Mayo 12, 2009

Reflexiones sobre los aportes de un pedagogo acerca de la infancia

Días atrás, tuvimos en nuestra provincia la visita del destacado y reconocido pedagogo italiano, Francesco Tonucci, en ocasión de una conferencia que brindó en el auditorio Bustelo a sala llena. Entre los aportes planteados y miradas respecto a la infancia me parece oportuno señalar algunos pasajes que merecen ser puestos en debate.
Frente a líneas de pensamiento que plantean que el mayor desarrollo del niño se sitúa entre los 6 y los 8 años, Tonucci discrepa, señalando que es en la primera infancia cuando se logra el 80% del desarrollo, y con ello debiera llegarse al momento de comenzar la etapa escolar. Si no se da en este período, enfatiza el pedagogo, difícilmente lo logre la escuela. Una aseveración de tal magnitud, pone de relieve la importancia que tienen las acciones educativas que se lleven adelante con el niño desde los primeros días de vida y el período hasta la educación inicial. El papel de los padres adquiere, desde esta postura, un lugar preponderante. Porque es en el seno familiar donde los niños comienzan a educarse. El juego aquí tiene un rol fundamental y me animaría a decir, casi exclusivo. También, junto a esto, deben revisarse las propuestas pedagógicas de los jardines maternales ¿Cuál es su misión? ¿Cuál es la intención educadora del jardín? Tal vez, en lugar de pensar en un esquema de contenidos para el desarrollo, estructurando el jardín como una seudoprimaria, con niños y niñas sentados alrededor de la mesita, quietos, portándose bien, tranquilos, deberíamos recrear un espacio diferente, lúdico, para el desarrollo de capacidades y potencialidades.
Otro de los temas que abordó y merecen una reflexión, es el de la tolerancia. La etapa de la infancia está llena de demandas inmediatas. Por eso, para Tonucci es importante no anticiparse, sino interactuar con el niño. De este modo se está favoreciendo dicha capacidad, que es esencial para la vida social y que el bebé aprende desde muy temprana edad cuando logra esperar.
No solo en esta ponencia, sino durante toda su carrera profesional, el pedagogo, critica la enseñanza en las escuelas. Todavía hay escuelas que insisten con el método de repetición de figuras, letras y números para enseñar a escribir. Señala que en realidad lo que escribe es la cabeza y no la mano. La mano se entrena y para eso es importante implementar juegos libres, pero orientados al desarrollo de las motricidades gruesas y finas. Otra vez debe señalarse la importancia del juego, del sentido del jugar para aprender. No olvidemos que el juego, además de ser una herramienta, un derecho, es fundamentalmente una instancia inherente a la condición de niño desde donde se comunica e interactúa.
Tonucci nos expone una forma de abordar la infancia y la educación. Muchos podemos estar a favor o en contra de su propuesta y reflexiones, pero si algo hay que rescatar, es la necesidad de repensar esta etapa de la infancia y junto con ello, el papel de los padres y las instituciones educativas.
Por: MARÍA FERNANDA CECCARINI - Lic. en Ciencias de la Educación
Fuente: Diario Ciudadano

Mayo 07, 2009

Es importante volver a las fuentes de la educación: el docente

Cuando prestamos atención a la realidad que nos rodea y los problemas que en ella subyacen, no hay quien asegure que todos los caminos conducen a la educación.
Los menores y la delincuencia, la inseguridad, la violencia, el maltrato, los floggers y los emos, la corrupción, el embarazo adolescente, falta de límites en los niños, la falta de habilidades sociales, los nuevos escenarios familiares, todo concluye con una sola palabra: educación (o falta de ella).
Desde el especialista hasta un grupo de amigos reunidos en un café, pronuncian esta palabra y aseguran que ése es el camino para solucionar los grandes problemas de la sociedad. Y contrariamente a lo que uno podría imaginar, colocando a la educación como eje de cambio o transformación, nos paralizamos. La palabra educación queda como un ideal, expresión que se puede decir, pero no actuar. Y acá es donde me permito parafrasear a Tonucci, pedagogo italiano: “Tenemos que dejar de pensar que los cambios educativos los promovemos con nuevas leyes”. Nada más claro y acertado para en quienes tenemos la responsabilidad y compromiso de educar.
En reiteradas ocasiones hice referencia al profesionalismo del docente, médula en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero ¿de qué aprendizajes?, ¿de una materia, espacio curricular, asignatura?, ¿de tal o cual contenido específico? No, evidentemente, volver a las fuentes, es descubrir al otro que tengo enfrente, como una persona integral, educable en sus múltiples dimensiones. Y en ese encuentro con el otro, ambos, docente y alumno, construyen el universo educativo, que durante muchos años será la constante para ese alumno.
Porque, en palabras de este mismo pedagogo, “la única garantía de una buena educación es un buen maestro”. Y en todos y cada uno de los docentes cabe este desafío, porque un buen maestro es aquel que dentro de su especificidad como docente se transforma el un modelo digno de imitar.
La responsabilidad que asumimos el día que elegimos esta profesión, sin dudas trasciende la asignatura o materia que tenemos. La educación no va a resolver los problemas de la sociedad si no empezamos desde cada docente, en cada escuela, a comprometernos con dicha problema. Cuando hablamos de alumnos, hablamos de personas que están en un contexto, con una realidad, querida o no, con expectativas, deseos, miedos, pero sobre todo con la necesidad de encontrar en el otro (el docente) la respuesta a muchos de sus interrogantes.
Debemos dejar de poner el problema afuera, porque hasta ahora no hemos conseguido nada bueno. Nada que nos haga decir que estamos comenzando a transformar o cambiar lo que no nos cansamos de criticar o diagnosticar.
Por MARÍA FERNANDA CECCARINI- Lic. en Ciencias de la Educación 
Fuente: Diario Ciudadano

Mayo 05, 2009

Debate por la imputabilidad en el escenario de la educación

Se analiza en el Congreso nacional a qué edad se está en condiciones de asumir determinadas responsabilidades.
La semana pasada continuaba el debate en el Congreso de la Nación, específicamente en Diputados, sobre una ley de responsabilidad penal juvenil o sobre la baja de la edad de imputabilidad. Al calor del recinto legislativo, la discusión ha ganado las calles pero con el interrogante planteado con bastante confusión, hablando como si ambas cuestiones fueran lo mismo. El diputado Emilio García Méndez puso claridad al advertir que hay que establecer las diferencias para una legislación seria.
Ahora bien, también es cierto que muchos coinciden en que sea un régimen especializado en función de las condiciones y estadio de desarrollo evolutivo. Y es esto último lo que está en juego: ¿A qué edad se está en condiciones de asumir determinadas responsabilidades, como por ejemplo, las que derivan de violar la ley? Este punto requiere de un profundo análisis, puesto que sobre la base de las conclusiones científicas, se determina la edad a partir de la cual la ley considera apto en sus facultades a una persona. En este caso, cuándo estaría un joven en condiciones de asumir responsabilidades penales.
Pero agregamos más confusión cuando decimos palabras como castigo, encierro, tratamiento, contención, educación, etc. Cada uno de estos términos encierra una forma de ver a los adolescentes, es decir, una ideología sobre los mismos, que van desde la peligrosidad hasta la compasión. Lo que subyacen son también los deseos de acción que van desde la venganza hasta el proteccionismo ingenuo. Pero si estamos hablando de lo penal, el eje rector tiene que ser la justicia.
Volviendo al collage de términos, castigo y encierro están directamente relacionados con lo represivo, como un fin en sí mismo, pero que seguramente no alcanzará porque cuando se los encierre, luego se buscará que sea por el mayor tiempo posible. Es decir, no se busca ni se pretende otra cosa con el sujeto infractor; por lo tanto, nada cambiará.
En opinión del licenciado Sergio Reynoso, abocado desde hace muchos años a los temas de la infancia y adolescencia, respecto del tratamiento como forma de encarar el problema, expresa: “Debemos diferenciar entre aquel que a través de procedimientos disciplinares y medicalizantes busca encauzar la conducta desviada, de aquel otro que esté en función de abordar interdisciplinariamente un problema de salud mental. Lo cierto es que el tratamiento es una herramienta más en un abordaje global de la cuestión.
Contención, tan repetida en todos los ámbitos y niveles y tan vacía de contenido (valga el juego de palabras). Contención generalmente suena a “que no se desborde”, “que no se nos escape de las manos”. Es decir, tratar de controlar de alguna manera aquello que es conflictivo en la sociedad. Muchas veces, las acciones de contención van en forma de asistencia (una beca, un bolsón de mercadería), pero tampoco busca trasformar.
Si bien hemos señalado que la educación es una instancia central en el desarrollo de las sociedades, y corre igual para el problema en cuestión, no debe ponerse en un lugar de poder supremo que viene a salvarnos el delito de los jóvenes. En realidad, lo que debe plantearse es con aquellos jóvenes que están en el delito, conectarlos con experiencias educativas que les permitan conocer y aprender otras opciones, reconocer al otro como semejante, con iguales derechos. Pero fundamentalmente apuntar a redoblar los esfuerzos, no solo de la política educativa, sino de la política en su conjunto para que pondere y revitalice el rol de los padres, el sentido de comunidad, de solidaridad. De esta manera, se busca trabajar sobre la empatía, respetando lo más preciado: la vida del otro. Y esto sí es un desafío para la educación.
Por MARÍA FERNANDA CECCARINI - Lic. en Ciencias de la Educación
Fuente: Diario Ciudadano

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