TECNOFOBIA DOCENTE COMO FORMA DE RESISTENCIA
Autora: Veselka Medich
Abstract:
Los discursos acerca de la calidad educativa,
concepto hoy en boga, plantean como un obstáculo la resistencia de los docentes
a los cambios. Una de las modalidades de la misma es la tecnofobia. Pero lejos
de eso, es necesario entender la tecnofobia docente como un reducto de
resistencia, como uno de los ámbitos en que se ejerce –de manera más o menos
explícita—la oposición a los embates de las instancias –gubernamentales o no- flexibilizadoras
de la labor docente y destructoras de la educación pública.
Palabras clave:
Tecnofobia docente – resistencia – ludditas –
calidad educativa – utopías tecnológicas – brecha digital – democratización del
saber – crisis de la educación
INTRODUCCIÓN
En los últimos años se han venido registrando
cambios acelerados en múltiples aspectos de nuestra vida, de nuestra
organización como sociedad, y también de lo que da en llamarse ‘el mundo del
trabajo’. Algunos autores lo plantean como
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Entre ellos: sociedad de la información,
autopistas de la información, sociedad en red, brecha digital… Muchos son los
cantos de sirena que suelen escucharse, entre ellos los que se refieren a la utopía tecnológica. En lo político
implica una democracia electrónica con
ciberciudadanos hiperconectados decidiendo de conjunto su destino colectivo. En
lo individual, la ingeniería genética propone una simbiosis entre el hombre y
la máquina para superar las limitaciones que el hombre posee aún por razones de
su naturaleza. Es decir que se genera la expectativa de que mediante el uso de
las tecnologías se pueda modificar el mundo, cambiar las estructuras sociales
dentro de un nuevo orden económico y político para producir un nuevo hombre.
Manuel Castells, en su conocido análisis sobre
la era de la información, describe esta postura como una “exageración profética
y manipulación ideológica”.[2] A pesar
del análisis crítico que realiza este autor, no niega los importantes cambios
que los procesos de transformación tecnológica producen en la sociedad.
MISIÓN DE LA ESCUELA
Frente a todo esto,
cuál es la misión de la escuela? Debe preparar para la vida? Debe preparar para
una mejor inserción en el mundo del trabajo? Debe preparar ciudadanos críticos
que sean conscientes de sus derechos y tengan herramientas para pelear por
ellos? Por otra parte, hablar de la escuela también es hacer de este término algo
neutro y transparente, ya que no hay una
escuela sino tantas como sectores sociales hay en nuestra sociedad. Es
decir, deberíamos hablar de una escuela de centro y una de periferia, una de
ricos y una de pobres, y seguiríamos así con las dicotomías. Si la analizamos
como un producto histórico, las funciones para las que la escuela fue creada,
establecidas a partir de la ley 1420, ya no sirven en un mundo que ha cambiado.
Pensar que los docentes deberán seguir formando seres plenos, que aprovechen al
máximo todas sus potencialidades, o que deberán capacitar la mano de obra que
requiere la ‘vinculación entre la escuela y el mundo del trabajo’, o que las
escuelas ser espacios de contención –incluido aquí el servicio de comedor—significa
pensar funciones distintas para la escuela y roles distintos para el docente. Lo
que sí es evidente es que la escuela está en crisis: no hace lo que se dice que
tiene que hacer, no hace aquello para lo que se la creó.
Es numerosa la
bibliografía que apunta a esta crisis, desde los materiales que apuntan a una
sensibilización del docente, con mayor o menor énfasis en los problemas
colectivos (“El desnutrido escolar” de Inés Rosbaco[3] o “Pedagogía del aburrido”
de Cristina Corea, e Ignacio
Lewkowicz[4]), o los ‘think tanks’, intelectuales que dan
cuenta de este problema y lo analizan desde posturas más o menos críticas,
hasta la bibliografía oficial o la que emana de organismos internacionales como
el Banco Mundial, esto último con un carácter más propositivo a través de planes
como el “Programa Educación Para Todos”[5].
Si analizamos lo mencionado anteriormente como
bibliografía oficial (lo publicado en el sitio oficial educ.ar, los materiales de los Ministerios de Educación nacional o
provinciales, y la última Ley Nacional de Educación) encontramos un elemento
que se repite: lo que llamaremos la
culpabilización del docente. El reclamo de eficientización de la labor
docente va de la mano de propuestas flexibilizadoras que atentan contra los
derechos laborales del cuerpo docente. Surgen como nuevas corrientes para
resolver la insoslayable ‘crisis de la escuela’, como intentos que pueden o no
imponerse de acuerdo con la correlación de fuerzas de cada momento histórico. Coinciden
en estas posturas los intelectuales de Flacso, y algunos otros que, de ser
críticos, terminaron con un cargo de ministro o asesor de algún gobierno, como
el caso de Adriana Puiggrós. Se le asignan al docente los pesares y fracasos de
los alumnos, de la escuela, de los planes educativos. Docentes con escasa o
nula capacitación, aferrados a viejas y enciclopedistas propuestas didácticas, poco
o nada abiertos a los cambios que traen los nuevos tiempos hacen que la escuela
sea el lugar por excelencia de la crisis. O demasiado severos ante los
problemas sociales de los alumnos, o demasiado contemplativos ante la
indisciplina. Todas estas son variantes de lo mismo: un docente que no está a
la altura de lo que se exige de él, a la altura de estos tiempos. A manera de
ejemplo, la propuesta de ley del ministerio de educación provincial considera
que:
“la clave del
problema de la educación consiste en contar con educadores capaces de
constituirse en portadores del patrimonio cultural de la humanidad, de
transmitir ese legado a las nuevas generaciones, de suscitar en sus alumnos el
compromiso personal de una verificación llena de razones, y de promover su
libertad, ayudándolos a comprender la totalidad de los factores de la realidad
y su significado sociocultural”.[6]
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EL DOCENTE
Una de las formas que
asume esa culpabilización del docente está relacionada con las nuevas
tecnologías y la necesidad de que los docentes adquieran capacitación en esta
área. Las argumentaciones en apoyo de estas posturas son variadas:
-
En esta
época, los alumnos saben más que los docentes; éstos deben hacer el tránsito de
la galaxia Guttemberg en que se han formado, a la ‘galaxia internet’[8] o actual galaxia, caracterizada
no por el orden lineal de la escritura sino por la simultaneidad.[9]
- Mútiples son las argumentaciones que parten desde
el sitio ministerial educ.ar y su gerente general Alejandro Piscitelli. Por
ejemplo, la ya conocida idea acerca de los docentes como inmigrantes digitales
y los alumnos como nativos. “La disyunción es clara: o los inmigrantes digitales aprenden a
enseñar distinto, o los nativos digitales deberán retrotraer sus capacidades
cognitivas e intelectuales a la que predominaba dos décadas o más
atrás”. [10]
- Los docentes no deberían disfrazar la pereza de tecnofobia; deberían capacitarse
y por último pensar estrategias para que internet se transforme en un soporte
que dé lugar a nuevos contenidos y nuevas formas de adquirirlos. [11]
- La brecha que implica la
pertenencia de docentes y alumnos a diferentes universos culturales, la que se
presenta como un obstáculo pedagógico para la generación y comunicación del
conocimiento. [12]
En definitiva, es la
educación la responsable de rescatar a los niños marginados de la papelera de
reciclaje de la historia. Y es el docente el que debe tecnologizarse para poder
adaptarse a los cambios y permitirles superar la exclusión, denominada en este
discurso ‘brecha digital’. Y no es la única, porque si de brechas se trata,
habría que empezar hablando de brecha alimentaria, de vivienda, cultural, de
ocio, etc..
DOCENTES RESISTENTES
En entrevistas realizadas a los que aquí
llamaremos ‘docentes tecnófobos’ sobre “el mal” que padecen –la tecnofobia—pudimos
observar que esas resistencias que se les imputan –y que son reales, por otra
parte—distan de ser nichos de vagancia, o ejercicios de la ‘ley del menor
esfuerzo’. Veamos algunos de los planteos de los docentes:
- Algunos docentes plantean la relación de la incorporación de las
tecnologías a la educación con los intentos de flexibilización de la labor
docente, en el sentido de que atenta contra la libertad de cátedra –o más
puntualmente, la libertad de elección metodológica—conquista importante a
partir de que en la Edad Media las universidades lograron autonomía académica
ante la autoridad de la iglesia. Por otra parte, en la historia del trabajo, la
incorporación de tecnología al proceso productivo siempre trajo aparejado un
incremento en la productividad en detrimento de la mejora en las condiciones
laborales.
- Ponen un signo de duda una reasignación de roles para el trabajador
docente, ya que mientras en la superficie circula un continuum de palabras
acerca de la eficientización del trabajo docente, por debajo opera una división
muy fuerte entre docentes ‘contenedores’, abocados a las escuelas en riesgo
social, y los docentes profesionalizados, dedicados a alumnos que están en
mejores condiciones de aprender.
- Consideran el carácter deshumanizador de las nuevas tecnologías, lo
cual se agrava al ser la educación un proceso básicamente humano. Por otra
parte, las implicancias de la subjetividad en el proceso de enseñanza
aprendizaje son enormes. Es por eso que no le sería posible al docente
transmitir pasión allí donde no la siente.
- Se plantea la necesidad de innovar desde las propias necesidades del
docente, o desde la planificación de su carrera docente, y no siguiendo el
camino impuesto por las autoridades ministeriales, generalmente sujetas a modas
o condicionamientos de diversa índole.
-
El planteo
acerca de la urgencia en la formación en nuevas tecnologías implica la
desvalorización de todos los conocimientos de los docentes que no estén
estrictamente vinculados a ellas.
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- Muchos docentes hacen una valoración negativa de la inmediatez y
fugacidad de la ‘cultura internet’. Procacidad o ‘coloquialización’ del
lenguaje, cultura de los videos juegos. No como meros rezagados o
conservadores, sino planteando la importancia de la tradición e identidad en la
conservación y dinamismo de una cultura.
- La tan mentada democratización que conllevan las nuevas tecnologías, en
el sentido de que cualquier usuario puede convertirse en emisor de noticias o
de conocimientos, es contradictoria. La falta de rigurosidad, la puesta al
mismo nivel de todo tipo de informaciones, la falta de herramientas de los
alumnos para discriminar y seleccionar la información fidedigna, son todos
problemas que no están en condiciones de resolver.
- La priorización en los planes educativos de la formación en nuevas
tecnologías, y de la incorporación de computadoras en escuelas en las que los
elementos más esenciales –lámparas, estufas, baños en condiciones, vidrios en
las ventanas—no están presentes es un contrasentido.
TECNOFOBIA
La tecnofobia tiene una larga historia. Hacia
abril de 1812 en Inglaterra, en pleno
proceso de la revolución industrial, un grupo de obreros inició un proceso que
haría historia. A golpes de maza atacaron los telares de la incipiente industria
textil de Nottinghamshire. Lentamente las fábricas empezaban a suplantar a los pequeños telares
basados en la producción artesanal. Los obreros intuían que la pretensión de
los dueños de las fábricas era suplantarlos por máquinas y arremetieron contra
ellas. En dos años, como un reguero de pólvora, el movimiento se extiendió a
los condados vecinos y fue perseguido por un ejército de diez mil soldados al mando del General
Thomas Maitland. El número de soldados era superior al que manejaba el
comandante Wellington cuando dirigía desde Portugal sus tropas contra Napoleón.
Esto se explica por lo difícil que fue derrotarlos. Se confundían con la
población y eran parte de ella. Cuando las tropas buscaron a Ned Ludd,
considerado por los obreros como su líder, no lo encontraron. Es que Ned Ludd
nunca existió. Cuentan que, al preguntar por él, un habitante de las aldeas
contestaba: “Yo soy Ned Ludd”. Y luego otro, y otro. El jefe de la banda se
multiplicaba hasta el infinito. El mismo proceso se dio en la revolución
mexicana cuando el ejército de Porfirio Díaz arrasaba los poblados preguntando
por Pancho Villa. Encontramos el mismo fenómeno en el México actual del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional, cuando las fuerzas gubernamentales
preguntan entre los indígenas de Chiapas quién es Marcos y la respuesta “yo soy
Marcos” se reproduce como una letanía que desalienta la matanza. En el caso de
los ludditas, no era sólo una estrategia para despistar a Maitland, era ése el
carácter del movimiento: una organización reticular en la que cada eslabón de
la cadena –o mejor, cada nodo de la red—valía tanto como el más importante
jefe, en que la organización sobrevivía y se reproducía a pesar de la supresión
o eliminación de alguno de sus miembros. Por otra parte, se traslucía un
carácter festivo en las chanzas que hacían cuando los obreros firmaban cartas
burlonas o peticiones como "Mr. Fistol", "Lady Ludd",
"Peter Plush" (Felpa), "General Justice", "No King", "King
Ludd" y "Joe Firebrand" (el incendiario).
Las
implicancias del luddismo son variadas. Se plantea que no eran conservadores,
que no querían retrotraer las cosas a un idílico estado anterior, ya que antes
también eran oprimidos y pauperizados, sino que querían ser ellos quienes
tuvieran el control del proceso productivo. Los ludditas sospecharon que la tecnología industrial sólo podía corresponder a una cierta forma
de explotar la naturaleza humana: la forma capitalista, que necesita arrasar
con los lazos comunitarios, aislar a los individuos y despojarles de todo medio
que pueda ofrecerles una posibilidad de autonomía material[13]. Su
violencia no estaba dirigida contra las máquinas en sí mismas (de hecho, no
rompían sus propias y bastante complejas herramientas y maquinarias), sino
contra los símbolos de una nueva economía política triunfante. De allí que
cabría decir que, más que simples militantes anti-tecnológicos, eran militantes
profundamente pro-humanistas.
Los ludditas, en tanto asumieron una posición activa y definida frente a las amenazas que representaba la máquina, iniciaron una tradición de oposición y resistencia a la incorporación de maquinaria al proceso de trabajo. Esa tradición es retomada luego por una variada gama de tecnófobos más o menos asumidos, como neoluditas contemporáneos, entre ellos Víctimas del Amianto de América, Asociación Nacional de Veteranos Atómicos, Ciudadanos opuestos al uso de Pesticidas. Más cercanos a nosotros, podemos encontrar rasgos ludditas en los ambientalistas de Gualeguaychú –y los ambientalistas en general—ya que se oponen al ‘progreso’ que traería aparejada la instalación de las papeleras a cambio de la destrucción del medio ambiente en que viven.
Los ludditas, en tanto asumieron una posición activa y definida frente a las amenazas que representaba la máquina, iniciaron una tradición de oposición y resistencia a la incorporación de maquinaria al proceso de trabajo. Esa tradición es retomada luego por una variada gama de tecnófobos más o menos asumidos, como neoluditas contemporáneos, entre ellos Víctimas del Amianto de América, Asociación Nacional de Veteranos Atómicos, Ciudadanos opuestos al uso de Pesticidas. Más cercanos a nosotros, podemos encontrar rasgos ludditas en los ambientalistas de Gualeguaychú –y los ambientalistas en general—ya que se oponen al ‘progreso’ que traería aparejada la instalación de las papeleras a cambio de la destrucción del medio ambiente en que viven.
Una mención especial cabe para los hackers
que, sin renegar del uso de las tecnologías, se apropian de ellas para
subvertirlas. Al hacerlo, movidos más por la curiosidad, el ansia de subvertir
y el prestigio personal, se alejan totalmente de cualquier interés económico.
“Utilizamos un
servicio ya existente, sin pagar por eso que podría haber sido más barato si no
fuese por esos especuladores. Y nos llamáis delincuentes. Exploramos... y nos
llamáis delincuentes. Buscamos ampliar nuestros conocimientos... y nos llamáis
delincuentes. No diferenciamos el color de la piel, ni la nacionalidad, ni la
religión... y vosotros nos llamáis delincuentes. Construís bombas atómicas,
hacéis la guerra, asesináis, estafáis al país y nos mentís tratando de hacernos
creer que sois buenos, y aún nos tratáis de delincuentes. Sí, soy un
delincuente. Mi delito es la curiosidad.”[14]
Y por último quiero hacer referencia a un
grupo estadounidense llamado Critical Art Ensamble (CAE), que desde 1994 viene
desarrollando acciones de desobediencia civil electrónica. Son artistas y
activistas que combinan la investigación, la crítica social y las nuevas
tecnologías para crear situaciones que denuncian las tendencias autoritarias en
el contexto político. Los líderes de este movimiento están siendo investigados
por el FBI en aplicación de las nuevas leyes antiterroristas (Patriot Act)
posteriores al 11 de setiembre de 2001. El motivo es que encontraron en la casa
de uno de los líderes cultivos biológicos, que es una de las áreas en que se
desenvuelve el trabajo del CAE. Se desempeñan también en lo que se conoce como Tactical media, una forma de activismo
que se opone y critica a los medios masivos y busca producir reacciones en sus
audiencias o espectadores o participantes, dándoles la posibilidad de un
feed-back que los medios les niegan.[15]
CONCLUSIONES
Las caracterizaciones acerca del cuerpo
docente por parte de sectores vinculados a la ‘intelligentzia’ de los
organismos internacionales se refieren muchas veces a su inercia, su
resistencia a los cambios, su desconocimiento de la necesidad de perfeccionarse
de por vida, y muchas veces también su poca dedicación o su falta de ganas de
trabajar. Esos argumentos prenden en muchos sectores, padres de alumnos o no.
Resurgen fogoneados por los medios de comunicación ante los paros docentes. Se
les imputa a los docentes permanecer en una burbuja de estabilidad del pasado,
aferrados con uñas y dientes a su carguito. Como parte de esa resistencia al
cambio, es posible encontrar aun hoy docentes que resisten la incorporación de
las nuevas tecnologías en el aula. Adscribiendo a los puntos de vista arriba
mencionados, podemos pensar que esa resistencia esconde el atrincheramiento en
un puesto estable, sin necesidad de revalidarlo ante nadie. Por lo tanto,
esquivarán toda posibilidad de perfeccionamiento docente.
Pero un acercamiento más profundo a estos
docentes nos permite encontrar otra consistencia a sus decires. Caracterizados
aquí a grandes rasgos como tecnófobos, estos docentes brindan argumentaciones
que poseen entidad propia e implican una reflexión sobre el rol de la escuela,
el del docente, su propio posicionamiento en ese rol, los cambios en los
paradigmas educativos en las últimas décadas, las presiones desde el Ministerio
de Educación Nacional o Provincial. Se vinculan en su resistencia –consciente o
no—con una tradición tecnófoba que históricamente ha representado una profunda
desconfianza hacia los cantos de sirena concomitantes con la idea de progreso.
En última instancia, al igual que los ludditas y otros tecnófobos, sientan una
duda sobre la unidimensionalidad y linealidad del progreso, sobre los
beneficios del pensamiento único, abriendo la posibilidad de una sinuosidad en
la evolución de la humanidad y un carácter multifacético de la labor docente.
Me parece un tema realmente interesante, porque en esto se ve el desequilibrio que genera la tecnologia en la sociedad. Hoy en dia, con pueblos que todavia estan en desarrollo va siendo menester el uso de la tecnologia, seria algo inteligente poder preparar a las nuevas generaciones para el uso de las herramientas tecnologicas como medio organizador y facilitador de los asuntos cotidiano, dandoles las herramientas para que la tecnologia no tape la condicion humana sin llegar al extremo de tecnofilia o tecnofobia. Saludos.. Juan
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